#SinFiltros: El equilibrio en el liderazgo
Recientemente, estuve en una reunión donde, para sorpresa de muchos, tuve que asumir una postura más agresiva de lo que suelo hacer. Como comunicadora, y especialmente trabajando con temas de liderazgo, se supone que siempre debo ser asertiva: clara, directa, respetuosa.
Esa vez me di cuenta de algo importante que quiero compartir: la creencia de que siempre debemos ser asertivos es un mito. El liderazgo y la comunicación no son tan simples como seguir un único molde; se trata de adaptarse a las circunstancias y a las personas con las que trabajamos.
El mito de la asertividad se ve reflejado frecuentemente en el entorno profesional. Como personas que lideran o trabajan en comunicación, a menudo se espera que tengamos siempre la respuesta correcta, que nuestra manera de expresarnos sea siempre firme y clara.
No obstante, ser siempre asertivo no es la solución para todos los desafíos que enfrentamos en nuestras interacciones diarias. La realidad es que ser flexible y adaptarse a lo que el momento exige es lo que marca la diferencia en un liderazgo auténtico y efectivo.
En mi experiencia, la asertividad es crucial. Ser asertivo permite que nuestras ideas se escuchen y se comprendan, aunque no siempre es el enfoque adecuado. Hay ocasiones donde el silencio y la escucha activa son mucho más poderosos que las palabras. En esos momentos, es esencial callar para entender mejor a los demás, para captar los matices de una situación, para escuchar los no dichos, o incluso para permitir que las emociones se calmen antes de intervenir. A veces, como líder, es necesario dar espacio para que otros se expresen antes de tomar la palabra. No siempre el líder debe ser el primero en hablar; al contrario, escuchar primero puede abrir la puerta a soluciones más efectivas y colaborativas.
Mi experiencia personal en esa reunión me hizo reflexionar sobre cuán valioso puede ser un enfoque más pasivo, no como una muestra de debilidad; más bien como una estrategia para evitar conflictos innecesarios y tomar decisiones más informadas. La pasividad, entendida como la capacidad de escuchar sin reaccionar de inmediato, es tan poderosa como la asertividad. Es importante entender que, en muchas ocasiones, el liderazgo también requiere paciencia y observación.
Hay momentos en los que ser firme y decidido es indispensable. No siempre podemos quedarnos en el silencio o la pasividad. En ocasiones, es necesario adoptar una postura más agresiva controlada, no en el sentido de la agresión destructiva; más bien en la defensa de principios y valores. Es aquí donde la firmeza se convierte en una herramienta fundamental. Ser un líder que sabe cuándo es el momento de tomar una postura clara y no ceder ante presiones externas es esencial para garantizar que los valores fundamentales no se pierdan en el camino. En mi reunión, fue precisamente este tipo de liderazgo el que me permitió marcar límites y defender lo que consideraba correcto.
El liderazgo no se trata de seguir un solo camino predefinido. Se trata, de la misma manera, de reconocer que existen diferentes enfoques, y cada uno tiene su momento y su lugar. La clave está en tener la capacidad de adaptarse al contexto y las personas, sabiendo cuándo ser asertivo, cuándo ser pasivo, y cuándo actuar con firmeza. El líder que sabe usar estas herramientas de manera adecuada es el que realmente genera respeto y confianza, y consigue resultados a largo plazo.
Lo que me enseñó esta experiencia es que, como líderes, debemos ser conscientes de que el liderazgo no es un molde único, sino una serie de herramientas que debemos aprender a utilizar. No todo se trata de tener siempre la razón, de hablar en todo momento, o de imponer nuestras ideas de forma agresiva. Se trata de saber cuándo callar, cuándo intervenir, y cómo hacerlo de forma que beneficie el proceso y el bienestar colectivo.
Así que, lejos de ser una debilidad, el liderazgo equilibrado se basa en la flexibilidad y la adaptabilidad. El verdadero reto no está en seguir un único estilo de comunicación o liderazgo, sino en saber manejar las diversas situaciones y personas que se nos presentan con la estrategia más adecuada.
¿Cuál crees que es el mayor reto de liderar con equilibrio?
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