Neyba despide a Carmito Gómez Montero

Un hombre de vida simple y predecible, de los que quitan piedra y construye atajos para que otros puedan llegar más lejos y con menos obstáculos. Para algunos, el coronel del Cuerpo de Bomberos, para otros, el líder comunitario, para muchos, un hombre de Iglesia y de fé. Para la familia un referente y un tutor comprometido y dispuesto a sacrificarse. Así describían a Jesús María Gómez Montero ante su sufrible pérdida. Como dijera Siri Hustvedt: “Lo que no se siente no se recuerda, porque sin emoción no hay memoria”.

Cada sector y ciudadano de a pie de la provincia Bahoruco, recordaba a Carmito y dejaba escapar lágrimas y manifestaciones de dolor y tristeza ante su despedida final.

“Carmitocosón” como le decían, era un negro alto, fuerte, activo, incansable y de vocación social que, se prestaba para realizar trabajos y actividades comunitarias por el municipio de Neyba y la región.

Por más de cuatro décadas en diferentes lomas y lugares bien distantes y pobres, realizó bautizos, unió parejas con los curas: Rogelio, Leo Francisco y Lucas. Años más tarde, servía de consejero matrimonial, familiar y de la juventud sin ser psicólogo ni psiquiatra.

Durante la poliomielitis, sin ser promotor de salud, ni enfermero, el Dr. Jacinto Acosta le pidió ir a vacunar a los campos de forma honorífica, campaña que duro meses.

A Carmito le vimos apagar fuego en Neyba a palo y machete y con cubitos de agua cuando no había carro de bomberos, siendo instructor de decenas de muchachos para servirle a comunidad.

A finales de los 70, el ciclón David destruyó la región Sur, le encargaron la distribución de los alimentos en cada comunidad, de forma altruista y solidaria, a sabiendas que, “no robaba ni tenía personas preferidas”.

Vivía de su fé, de la agricultura y del Ayuntamiento como servidor social. Por varios años fue regidor de municipio cuando era honorífico, por respeto y por servicio a la comunidad.

Para algunos, Carmito era iluso, soñador, creía en el servicio como ideología para cambiar a los hombres y a las comunidades pobres.

En muchos temas y posiciones era inflexible, muy vertical y orgulloso en defender la dignidad y los valores con los que vivía.

La vida y las circunstancias pueblerinas le fueron estropeando su vocación, con los años parecía conservador, de espíritu calmado y defensor de la soledad.

Era un coleccionista de revistas y periódicos viejos, de libros de filosofía y moral y cívica, textos que le ayudaron a construir un discurso y un lenguaje para identificarse como: “Carmito, el consejero”.

Políticamente se peleó con los social cristianos, luego con los reformistas y con el PLD, donde militó sus últimos años.

Su verdadera identidad fueron los Bomberos, su Iglesia, las asociaciones de agricultores y las juntas de vecinos.

El día tres de enero sembramos su cuerpo sin vida, como lo pidió: “Me entierran en Neyba, con mi cuerpo de Bombero, me llevan a mi Iglesia, me marchan por el pueblo, y el que quiere llorarme que me lloré” que, “mal no le hice a nadie”.

Al final, logró la admiración, el respeto y los buenos tratos de sus amigos, hermanos, hijos, nietos y demás familiares. Vaya en paz hermano y padre Carmito, que la tierra le sea leve y la eternidad le sea grande para acogerle: fuiste una buena persona.

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